¿Desde cuándo las marchas resuelven problemas reales? Me acuerdo tanto del maestro Tomás Mojarro, quien en sus cotidianos programas de radio siempre regañaba a los “progres” por las “megamarchas” y “plantones”. Siendo don Tomás él mismo hombre de gran cordura, consistencia e inteligencia en su muy razonada política personal de izquierda, siempre dijo que eso no servía de nada. Cada quien que piense lo que quiera, pero a poca gente he respetado yo tanto como al maestro Mojarro, independientemente de su manera de pensar y actuar.
El domingo 13 de noviembre -escribo esto el día 9- de 2022, se ha convocado a marchas por todo el país para “defender al INE”. Marchas que ya han sido descalificadas de antemano por el presidente de la República. Normal todo hasta ahí. La gente que vaya, sentirá que “habrá hecho algo” y no se habrá quedado de “brazos cruzados”. Allá ellos. Es su libertad y su tiempo, además de su derecho.
Lo que los quejosos deberían hacer es organizarse y realmente formar un frente opositor con posibilidades de ganar en las urnas. Se ve difícil, pero no hay de otra. Al movimiento del presidente le tomó años tomar forma, mucho trabajo en las raíces, presencia física aún en las comunidades más aisladas y pobres, organización, planeación, ejecución. Puede usted reclamar que de dónde se financió; que la corrupción que pretende combatir es evidente desde que el personaje se ha dedicado de tiempo completo a su “movimiento”, después partido y hoy gobierno. Reclame; no va a lograr nada reclamando.
En fin. Ya no le sigo. Pero hay otra cosa que sí quiero señalar. Desde el primer artículo de esta modesta serie, he dicho que me molesta mucho la irresponsabilidad y la agresividad de tantos usuarios de las vías públicas. Particularmente, los ciclistas, motociclistas y conductores de transporte público de pasajeros. ¿Y por qué me molestan? Porque no respetan: ni el reglamento de tránsito, ni a sus congéneres conductores o peatones. Porque sienten que las reglas, por ejemplo las de los semáforos o los sentidos de las calles, no aplican a ellos. Porque además se indignan si uno les reclama y les hace ver su incivilidad. ¿Y la autoridad? En campaña, para no variar.
Otros terribles: los motociclistas de fin de semana en la carretera autopista que va de la Ciudad de México a Cuernavaca, y supongo que muchas otras por todo el país. Circulan a gran velocidad, arriesgando sus vidas y las de mucha gente más. ¡Ya basta! Además insultan, agreden, retan… ¿y la autoridad federal, responsable por la seguridad de dicha autopista? En campaña y repartiendo abrazos, claro.
Conocí a un tipo el otro día que me cayó bien de inmediato: al ser presentados me dijo que su misión para lo que le queda de vida es acabar con el “reguetón”. No creo que lo logre, pero es encomiable.
Comenten si quieren.
Y ya, por hoy.
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