Tengo la sensación de un tiempo que se precipita progresivamente. Todo ocurre en cámara rápida, como una secuencia de eventos inconexos; hojas de otoño que llueven resignadas a su suerte.
De un dia para otro, cambian los escenarios en lo económico o lo político. Los decesos aumentan y se van los famosos, pero también la gente de cada día. Están en voga los infartos fulminantes o los eventos cerebrales. Una parte de mi sospecha de las secuelas del covid, creando coágulos masivos, asesinos furtivos, silenciosos y mortíferos.
No quisiera caer en teorías conspiratorias, mucho menos iniciar una, es sólo que el orden de las cosas está cambiando de prisa, como si se hubiera alterado un eje de la realidad. Quien vivió en otro tiempo, cuando la música se reproducía en “tocadiscos”: cambiábamos el dial de 33 a 45 revoluciones y la canción corria acelerada y las voces resultaban grotescas en su precipitada agudeza. Así los días y noches, las lunas llenas que regresan como si nunca se hubieran ocultado, asi este verano, que parece derretirse apurado por un sol calcinante.
Viene a mi memoria el caudal portentoso de los rios bajando de las montañas rocallosas, apenas hace un par de semanas. Esas aguas de deshielo que parecían correr sin brida, desollando las rocas del lecho con su brío de aguas nuevas que quieren llegar pronto al mar… al mismo mar de todo y de todos, al que va a parar todo lo residual, tarde o temprano. Así mi tiempo desgobernado y el del mundo, corriendo aprisa reconociendo un cauce misterioso que por minutos se ha llenado de difuntos. Y uno no puede más que describir este orden de las cosas, en favor de una comunidad que suele estar de acuerdo con lo que escribo, como si fueran sus propias palabras.
La noche misma corre desbocada en tanto escribo este texto insomne arrancando los números que anclan las horas, dejando el dial de mi tiempo, libre de los diques que le contenían…. Y todo se va…. Todo corre arrastrado por esta corriente vertiginosa que se lleva todo y a todos, mientras mis ojos vuelvan a cerrarse en un triunfo del sueño esquivo que regresa, agitado de perseguir nubes, lunas y sueños que vuelan en tropel arrastrando lo que encuentran a su paso.
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