En la anterior entrega, dije que ahora me ocuparía de los ciclistas rebeldes que ignoran las señales de tránsito, tales como semáforos, letreros que dicen “ALTO” en algunas esquinas y las flechas que marcan el sentido de circulación. Por no mencionar la circulación en banquetas y otras áreas peatonales.
Creo que con lo dicho en el párrafo anterior queda expresada mi queja: señores ciclistas, su aportación positiva al medio ambiente sería mucho más apreciada si se comportaran con civilidad. Nada más. Y a los que se portan bien, mis respetos y felicitación.
Por otro lado, me encuentro hoy fuera de la ciudad y no puedo regresar porque a mi coche le toca quedarse parado por el tema de la contingencia. Ya volveré en la noche, eso no es problema, fuera de la incomodidad de manejar en la noche en carretera. Sin embargo, es superable con concentración y precaución.
El pasado viernes me invitaron a una cata de vinos. Dios, qué aburrición. Todo el mundo esperando el momento de probar los “caldos” y el “experto”, malísimo por cierto para hablar y apoyado por imágenes muy obsoletas en la pantalla, habló más de una hora de las características geográficas, geológicas, climatológicas, de suelos y demás de donde proviene el tal vino y además de las características técnicas y organolépticas de la uva en cuestión. Para cuando llegó el momento de probar bajo su sabia guía, habíamos muchos dormidos y otros ya se habían ido.
Qué más les cuento. Hace rato vinieron los jóvenes que animosamente están todo el día a bordo de gran camión tanque entregando gas a domicilio a tanques estacionarios. Llenaron el correspondiente y cobraron: vaya que cobraron. Cada día está más caro este combustible y los demás también. La semana pasada vi una gasolinera ofreciendo arriba de $26 pesos el litro. Aunemos a ello la inminente escasez de agua por casi todo el país y tenemos el cuadro completo. Vienen meses complicados.
Agur.
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