En la Ciudad de México y varios lugares más de nuestra bella república, llevamos ya más de un año con precipitaciones inferiores a lo habitual, lo cual pone la situación del agua en estado de alerta: hay “estrés hídrico”, o sea, va a faltar el agua. Ojalá el gobierno de la ciudad entienda de una vez por todas que el problema principal no es el desperdicio por la inconciencia ciudadana, que lo hay, sino que lo más importante es el mal estado de la red de distribución y eso implica tremendas fugas subterráneas que afectan muy negativamente la disponibilidad del agua en la ciudad. Lo malo es que si lo entendieran, comenzaría una retahíla de obras escarbando y molestando al tránsito de vehículos con las personas que transportan. Pero es necesario. La gente debería ser más inteligente con sus horarios, sobre todo los que tenemos un vehículo propio. Compartirlo, elegir rutas y horarios con astucia, usar servicios de GPS como Waze o similares, en fin. Pero es mucho pedir. Ya sé que prefieren salir con prisa, que les encanta la lucha por el espacio en cuellos de botella viales, que el estrés matutino, sobre todo ese, les da vitalidad y les reafirma en su machismo o feminismo. Allá ustedes. Yo siempre evito las aglomeraciones, ya sea de personas o de vehículos. Sé que el estrés es contagioso y no lo necesito.
Ya es suficiente tener que respirar lo que respiramos, soportar lo que soportamos y todo eso. Nuestra comida se contamina, la cantidad de basura voladora y no voladora es absurda, los transportes públicos son en casi todos los casos lamentables. Al principio, por ejemplo, usé el Metrobús. Ahora casi siempre va abarrotado y eso es además de peligroso, muy incómodo. Los pisotones ya me echaron a perder unos zapatos que me gustaban mucho. El metro, ni hablar. Además de su insuficiencia está su ineficiencia provocada por la negligencia de la “autoridá” de la “ciudá”.
Y mientras tanto, la ciudad se sigue “sudesteasiatizando”. Más y más motos, más y más ineptos que no saben que la luz roja en un poste que tiene tres luces de colores, significa “alto”. “Alto” significa deternerse totalmente hasta que la luz roja se apague y se encienda la verde, que significa “adelante”. Como los energúmenos que usan motos para trasladarse en la ciudad no tienen estos datos de elemental civilidad, hacen caso omiso de las señales del semáforo, palabra por cierto cuya etimología griega significa “portador de señales”.
Al hacer caso omiso de la señal de “alto”, ponen en riesgo su vida y el tiempo y tranquilidad de quien eventualmente tenga la desgracia de ser embestido o embestir a uno de estos motociclistas. Los usuarios de bicicletas hacen cosas semejantes, pero suelen tener en mayor estima sus propias vidas.
Bueno, hasta aquí por hoy. Ya chole, como dijo el clásico. Ya me ocuparé pronto de los ciclistas en rebelión contra cualquier norma vial y civilizatoria.
Agur.
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